MONASTERIO DE MADRES CONCEPCIONISTAS FRANCISCANAS

SAN MIGUEL ARCÁNGEL

Juan Antonio Zarco Resa

Artículo publicado en la Revista «El Atrio», publicada por la Asociación Cultural Infante don Juan Manuel, Revista nº 31, correspondiente al mes de Septiembre de 2022.

Dar a conocer el monasterio de Monjas Concepcionistas Franciscanas de Belmonte es ahondar en una de las fuentes de riqueza patrimonial de la propia historia de la Villa, una más de las muchas con las que ha sido distinguido este pueblo; al tiempo que profundizar en su arte y su cultura. Conscientes de que nuestro patrimonio artístico es uno de los más sobrios referentes y testimonio de nuestro pasado, es importante entender que ese patrimonio es imprescindible para llegar a comprender nuestro presente, al tiempo que es una obligación su preservación y conservación, por cuanto tenemos el deber de transmitirlo a las generaciones  venideras en las mejores condiciones que nos sea posible, en tanto que partícipes responsables de esta rica herencia recibida.

Considero que debemos de ser conscientes de que un pueblo no puede detenerse en el recuerdo estático de su historia y de su grandeza, pero al mismo tiempo que debemos ser capaces de entender ese pasado, también deberíamos asumir ese compromiso con nuestra historia, pues cuanto más gloriosa sea ésta, mayor y más profundo debe ser el compromiso del hoy y del mañana con el ayer. Si tenemos esa deuda para con nuestra historia, Belmonte necesita de ese compromiso con el pasado, aquel que día a día se han de afanar por mantener y acrecentar sus hombres y mujeres. Este es el espíritu que nos debe guiar por el camino de su conservación patrimonial y cultural.

Dando por certera la tesis de que la información es necesaria para despertar el amor sobre el objeto o motivo de interés, y que por lo tanto ese conocimiento es el que nos puede abrir la puerta hacia un despertar de conciencias que nos lleven a inquietarnos y cuestionarnos por el estado de conservación y mantenimiento de nuestros edificios y monumentos más emblemáticos, en este artículo pretendo facilitar al lector información que le permita conocer un poco más de este convento que, digamos, no está pasando por su mejor momento, al encontrarse en posible amenaza de ruina por caída de su cubierta en una amplia zona, al tiempo que presentarle algunos de los muchos interrogantes que plantean el lamentable estado de conservación actual.

Monasterio MM Concepcionistas Franciscanas. Se aprecia el grave deterioro de la cubierta.

Desde el punto de vista histórico, fuentes fidedignas nos datan el origen del monasterio de las Monjas Concepcionistas Franciscanas, situando la fecha de su fundación en un 25 de julio del año 1584, por don Alonso Severo, hombre rico y principal, natural de esta villa de Belmonte […]. Era Don Alonso Severo familiar del Santo Oficio de la Inquisición. La fundadora principal, Sor doña Ana de Toledo, procede del monasterio de la Concepción de Cuenca[1].

El viernes 1 de junio de 2007, transcurridos más de cuatro siglos, las dos últimas moradoras del convento, Sor Amparo y Sor María Paz, cierran definitivamente las puertas del monasterio de San Miguel Arcángel de Belmonte para trasladarse a Cuenca, aceptando resignadamente algo que en los tiempos que corren parece venir dado por hecho, alejándonos de un pasado, sus costumbres y estilos vitales, hoy día más que obsoletos, pues lo que resulta realmente atemporal es el cuestionamiento de la fecha de caducidad de determinados aspectos de ese pasado. Se marcharon dejando tras sí un legado histórico de cuatrocientos veintitrés años[2].

El monasterio está constituido por un edificio del siglo XVI, que anteriormente a su fundación pudo ser casa de la Santa Inquisición, ya que el propio fundador era Ministro del Santo Oficio, como ha quedado dicho. El exterior del edificio es de mampostería con los aleros del tejado y esquinas de sillería. La puerta mayor del edificio es del siglo XVII, de arco de medio punto enmarcado con pilastras que sujetan el entablamento. Sobre él se ubica un frontón triangular interrumpido por una hornacina.

 

[1] Andújar Ortega, Luís (1995). Belmonte, cuna de Fray Luís de León. Su Colegiata, p. 248. Ed. El Autor.

[2] Zarco Resa, J.A. (2009). El Atrio. Revista de la Asociación Cultural Infante don Juan Manuel, nº 23, mayo 2009, pp. 3-5.

Puerta mayor de entrada al templo del Monasterio.

El enorme legado educativo que las Madres Franciscanas Concepcionistas nos dejaron a lo largo de varias generaciones ya lo traté en su momento[1], si bien considero conveniente volver a resaltar aquí la gran labor desempeñada por estas monjas en el terreno de la cultura y la educación para con los vecinos de Belmonte, al igual que lo hicieran otras instituciones religiosas de la localidad. Y en este sentido, retomar de nuevo aquellas palabras escritas en las que manifestaba este sentir cuando expresaba que estas educadoras han formado parte de la historia formativa en Belmonte, con sus aciertos y contradicciones propias de las ideologías y el momento en que se instalan, con una función cultural y socializante incuestionable, en una época en que no se podían gozar de tantas prebendas como las actuales, especialmente referidas a una educación gratuita y universal para todos o a esa otra norma educativa socialmente aceptada hoy que vertebra y condiciona su eficacia en la máxima de formar “ciudadanos libres”.

Si nos atenemos a la crónica franciscana[1], la fundación no fue fácil. Un hombre rico y principal, Alonso Severo, vino a determinar gran parte de su herencia, incluida la hacienda de sus casas, con la finalidad de proceder a la fundación de un monasterio en su Villa natal de Belmonte, tal y como lo reflejó ante notario el año de su fallecimiento en 1581, a lo cual se opusieron algunos de sus parientes. Tras una serie de litigios los tribunales vinieron a convenir dicha fundación en al año de 1584.

AÑO 1584. DE CARTAGENA. LIBRO VII. CAPITULO XXIV[2]

Fundacion del Monasterio, de la Purissima Concepcion, de la Villa de Belmonte.

. 91 En la Villa de Belmonte, que cae en la Mancha; y de la que yà dexamos hecha, en su lugar , la asoxtumberada Descripcion ; se fundò , este mismo año de 1584. vn Monasterio de Religiosas de la Inmaculada Concepción , en esta forma. Vn hombre rico , y prĩncipal , de dicho Pueblo , llamado Alonso Severo, determinò una buena porción de su hacienda , con las casas de su morada , para la fundación de dicho Monasterio ; como consta de su mismo Testamento , otorgado en la misma Villa de Belmonte , ante Pedro de Quintana , el dia segundo del mes de Diciembre , del año de 1581. Despues de difunto , contradixeron, dicha fundación , algunos de sus parientes , con tanto empeño , que fue necesario recurrir, y apelar à varios Tribunales , hasta que , al fin , vino à quedar afianzada con Apostolica Bula. Dexò , dicho Fundador , por Patrono del Monasterio , al Santo Tribunal de la Inquisicion , de Cuenca , acaso, porque èl era Ministro Familiar de aquel Tribunal. Concluyòse, al fin, dicha fundación , el referido año de 84. aviendose aceptado , por parte de esta Provincia , en el Capitulo , que el año antecedente se celebrò , en aquella misma Villa, según queda historiado.

Entre las condiciones impuestas a dicha fundación estaba que fuese la propia Congregación Provincial quien determinase cuáles serían las monjas fundadoras, elegidas de entre los monasterios de la provincia. Es así como se nombran a cuatro fundadoras procedentes de Cuenca, incluidas la madre Abadesa, la citada Sor Ana de Toledo, y la Vicaria, Sor Isabel de Morales, tomando posesión del monasterio concepcionista de Belmonte el miércoles 25 de julio de 1584, festividad de Santiago Apóstol. Las propias crónicas nos dicen que este convento ha tenido Madres de gran virtud y religiosidad y que de él han salido fundadoras de otros monasterios en las poblaciones de Manzanares (Ciudad Real), Cartagena (Murcia) y Villarejo de Fuentes (Cuenca)[3].

. 92 Entre otras condiciones; con que fue admitida , dicha fundación , era vna , que el M.R.P. Provincial señalasse , y determinasse , las Fundadoras , de cualquiera Monasterio de la Provincia : y en virtud de esto , nombrò quatro Religiosas,que todas corrian con grandes créditos de virtud , del Monasterio de la Concepción , de la referida Ciudad de Cuenca. Por Abadesa, y principal Fundadora , passò la Madre Sor Doña Ana de Toledo ; por Vicaria , Sor Isabèl de Morales ; y otras dos Religiosas,llamadas, Sor Ana del Peso, Evangelista, y Sor Maria de Caceres. De estas dos, la primera , dice el padre Huelamo,que vino Novicia, y professò, en este Monasterio de Belmonte ; y respecto , de que esta Religiosa,fue de mas especial , y señalada virtud, trataremos , con mas extensión, los sucesos de su vida, reservando esta diligencia, para el año, que corresponde al de su muerte , por seguir el orden chronologico , que hasta aquí llevamos. De las demàs Fundadoras , no tenemos noticias algunas , especiales , sí solo , las generales , que quedan insinuadas , de aver sido Religiosas de muy ajustadas costumbres. Se tomò la possession , de este nuevo Monasterio, el dia 25. de Julio , consagrado al Grande Apostol Santiago , Patron vnico de las Españas , del referido año de 1584. Han habitado , este Monasterio , muchas Religiosas, de gran virtud : y han salido , para Fundadoras , de los Monasterios de Manzanares , Cartagena , y Villarejo de Fuentes ; como de todo darèmos las precisas noticias à su tiempo. El numero de Religiosas , que le habitan , se varìa à proporción, y correspondencia de los tiempos: pues algunas veces han pasado su numero de 40. y otras , no llegan a 25. y  tal vez , ni al de 20.

Destacamos aquí la fundación del monasterio de Villarejo de Fuentes, en tanto que la Madre Abadesa de la fundación fue Sor Juana del Castillo, natural de Belmonte y bautizada en su Colegiata el día 7 de octubre de 1601[4], ayudada, entre otras monjas, por Sor Gerónima del Castillo, bautizada en La Colegiata el día 13 de junio de 1612[5], ambas hermanas de San Juan del Castillo.

 

[1] Crónica de la Provincia Franciscana de Cartagena. Parte primera. Edición facsímil de la que en 1740 tuvo como autor al P. Fr. Pablo Manuel Ortega, p. 368.

[2] Ibídem, p. 368.

[3] Ibídem, p. 368.

[4] Archivo Parroquial de Belmonte (A.P.B.), libro de bautismo 3, fol. 122v.

[5] A.P.B., libro de bautismo 4, fol. 52.

 

[1] Ibídem, pp. 4-5.

Puerta de entrada al templo del  Convento y fachada orientada al sur.

Las mismas crónicas franciscanas nos informan de un dato muy curioso. Y es que, si bien la fundación belmonteña se llevó a cabo en 1584, según acabamos de leer en la crónica, con anterioridad ya podemos referir la existencia de hijas de la Villa que inician el camino de religiosidad vistiendo el hábito de la Venerable Tercera Orden de N.S. San Francisco, como es el caso de María y Luisa Muñoz, madre e hija, una vez que la primera se hubo quedado viuda. Ambas, según relatan las crónicas, tuvieron mucha fama de virtud y religiosidad, por lo que eran demandadas para la educación de muchas de las hijas e hijos de Belmonte, incluidos los propios Marqueses de Villena. Cuando fallecieron en 1559 fueron enterradas en el monasterio de P.P. Franciscanos de la Villa[1], en una capilla conocida con el nombre de Beatas, lo que da muestra de una vida de profunda religiosidad.

AÑO 1559[1]

. 66 Por este mismo tiempo,murieron en la Villa de Belmonte, y, fueron sepultadas, en nuestro Convento , dos Venerables Mugeres, de mucha virtud , madre , e hija , y ambas , de la Tercera Orden , Secular , de N. Serafico P.S. Francisco. Estas dos Siervas del Altisimo, fueron naturales de la misma Villa de Belmonte,que cae en la Mancha, y pertenece al Obispado de Cuenca. La madre , se llamaba Maria Muñòz ; y la hija , con el mismo apellido de la madre , la llama , el Padre Huelamo , Luisa Muñòz. Aviendo quedado viuda , la dicha Maria Muñòz , se aplicò , con tantas veras , al sequito de las virtudes , que vino à ser el oráculo de toda aquella tierra : y criando , à su hija , con la misma aplicación , determinaron , ambas, vestir el Abito Penitente , y publico , de la Tercera Orden, Secular, de N.P. S. Francisco. En vna mediana casa , que tenían , era tanto el recogimiento , y practica , à todos los exercicios de virtud ; que las mas personas principales de aquel Pueblo , les entregaban sus hijas , para que las educasen, y criassen, en el santo temor de Dios. La ilustre fama , y clamorosa voz , de sus muchas virtudes, llegò à los oídos , de los Señores Marqueses de Villena , que lo son de dicha Villa de Belmonte:y quando les nacian algunos hijos , les embiaban los pañales,mãtillas,y demás vestidos, para que estas Santas Mugeres, les diessen su bendición. Murieron,al fin, cõ esta tã buena fama, y fueron sepultados, sus cuerpos venerables, en la Iglesia de dicho Convento; en vna Capilla, que desde entonces, quedó con el nombre, ò titulo de la Capilla de las Beatas,no sè si aun persevera.

Hemos de decir que la entrada en religión de una hija implicaba la entrega de una dote consignada, la cual no siempre se entregaba con puntualidad; en cuyo caso no es de extrañar que nos encontremos con escenarios en los que no es infrecuente que el propio monasterio, ante esa posible situación a la entrada en religiosidad de una hija, quiera asegurarse la total entrega de esa dote[1]. Así sucedió con la escritura de ratificación otorgada por el monasterio de Concepcionistas Franciscanas de Belmonte de otra escritura de venta otorgada por Juan Martínez Manrique, sobre una casa-mirador y una villa, por la deuda de la dote de Petronila de Mendoza, religiosa profesa[2].

 

[1] Serrano Mota, M.A. y De Francisco Olmos; J.M. (2017): Documentación sobre Nobleza en el Archivo Histórico Provincial de Cuenca. En Actas I Coloquio Internacional sobre la Nobleza. Madrid, 21-24 de octubre de 2015, pp. 449- 474.

[2] Archivo Histórico Provincial de Cuenca (AHPCu), FRASCU, leg. 1, fol. 26.

 

[1] Crónica de la Provincia Franciscana de Cartagena. Parte primera. Edición facsímil de la que en 1740 tuvo como autor al P. Fr. Pablo Manuel Ortega, p. 262.

 

[1] El Monasterio de Monjes Franciscanos de Belmonte fue mandado construir en 1456  por don Juan Pacheco, I Marqués de Villena, instalándose los primeros frailes en 1463. Su construcción, por tanto comienza en el mismo año que el Castillo-Palacio y La Colegiata, los dos monumentos más emblemáticos de la Villa.

https://belmontehistoria.es/wp-content/uploads/2020/12/MONASTERIO-DE-SAN-FRANCISCO-1.pdf

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Puerta  de entrada al Monasterio, orientada al sur.

Como dato curioso, y también en relación con el tema de las dotes de las hijas para su entrada a servir a Dios en el Monasterio, nos encontramos con que en el año 1628 Alonso Collada, confesor y vicario del convento, inicia un pleito ejecutivo contra Jerónimo Pacheco y Guzmán, vecino de Belmonte, quien más tarde fuera Corregidor y Justicia Mayor, en relación con el pago de las dotes de dos de sus hijas monjas[1].

Tampoco es de extrañar que aparezca el apellido Pacheco, ya que como es sabido, la familia de los Marqueses de Villena fue ocupando a lo largo de los siglos cargos en la localidad; de ahí que sea habitual hallar su presencia en los documentos oficiales, máxime en los judiciales. Asimismo es conocido que en Belmonte hubo diversas fundaciones religiosas (dominicas, franciscanos y jesuitas), generalmente, aunque no todas, bajo patronazgo de los Pacheco, lo que les posibilitaba el recibir parte de las rentas del marquesado. En el caso concreto que nos ocupa, al monasterio de Franciscanas Concepcionistas se les concede un juro de 14.960 maravedíes, situados en las alcabalas del Marquesado de Villena, según una carta de privilegio fechada en 1646[2].

Como hemos dicho, en el año 2007 la Congregación Concepcionista dejan definitivamente el convento, pasando éste a manos privadas[3] e iniciándose así un proceso de paulatino abandono en el cuidado y mantenimiento de su edificación. Ante este más que evidente estado de progresivo deterioro estructural del inmueble, la administración local optó por denunciar la situación ante la justicia, por vía penal. Propiedad privada, denuncia por vía penal… Todos sabemos de la lentitud de las causas ante los tribunales de justicia, máxime cuando se trata de un procedimiento penal.  Somos conscientes de esta tardanza, ¿y sus garantías?, ¿quién avala que una vez ganadas todas las sentencias y recursos de este largo proceso -ojalá así fuere-, el monumento vuelva a lucir como en sus orígenes? Y patrimonio e instituciones públicas, ¿nada tienen que decir y/o hacer?

Ante este incierto panorama, algunos inquietantes interrogantes se precipitan en mi pensamiento, ¿qué va a ser de este edificio del siglo XVI?, ¿le espera el mismo destino ruinoso que a algún otro edificio emblemático del pasado?, ¿habremos aprendido la lección?, ¿sabremos actuar en consecuencia?, ¿estamos respondiendo realmente ante la innegable demanda de conservación y mantenimiento del edificio?, ¿estarán moviendo los hilos de la política los legitimados para tales menesteres?

 

[1] AHPCu, FRASCU, leg. 4, fol. 31.

[2] AHPCu, FRASCU, leg. 3, fol. 1.

[3] Por la Villa corría la noticia de que los propietarios formaban parte de una congregación sacerdotal, aunque no disponían de escrituras legales. Información que no he podido constatar.

Como dato curioso, y también en relación con el tema de las dotes de las hijas para su entrada a servir a Dios en el Monasterio, nos encontramos con que en el año 1628 Alonso Collada, confesor y vicario del convento, inicia un pleito ejecutivo contra Jerónimo Pacheco y Guzmán, vecino de Belmonte, quien más tarde fuera Corregidor y Justicia Mayor, en relación con el pago de las dotes de dos de sus hijas monjas[1].

Tampoco es de extrañar que aparezca el apellido Pacheco, ya que como es sabido, la familia de los Marqueses de Villena fue ocupando a lo largo de los siglos cargos en la localidad; de ahí que sea habitual hallar su presencia en los documentos oficiales, máxime en los judiciales. Asimismo es conocido que en Belmonte hubo diversas fundaciones religiosas (dominicas, franciscanos y jesuitas), generalmente, aunque no todas, bajo patronazgo de los Pacheco, lo que les posibilitaba el recibir parte de las rentas del marquesado. En el caso concreto que nos ocupa, al monasterio de Franciscanas Concepcionistas se les concede un juro de 14.960 maravedíes, situados en las alcabalas del Marquesado de Villena, según una carta de privilegio fechada en 1646[2].

Como hemos dicho, en el año 2007 la Congregación Concepcionista dejan definitivamente el convento, pasando éste a manos privadas[3] e iniciándose así un proceso de paulatino abandono en el cuidado y mantenimiento de su edificación. Ante este más que evidente estado de progresivo deterioro estructural del inmueble, la administración local optó por denunciar la situación ante la justicia, por vía penal. Propiedad privada, denuncia por vía penal… Todos sabemos de la lentitud de las causas ante los tribunales de justicia, máxime cuando se trata de un procedimiento penal.  Somos conscientes de esta tardanza, ¿y sus garantías?, ¿quién avala que una vez ganadas todas las sentencias y recursos de este largo proceso -ojalá así fuere-, el monumento vuelva a lucir como en sus orígenes? Y patrimonio e instituciones públicas, ¿nada tienen que decir y/o hacer?

Ante este incierto panorama, algunos inquietantes interrogantes se precipitan en mi pensamiento, ¿qué va a ser de este edificio del siglo XVI?, ¿le espera el mismo destino ruinoso que a algún otro edificio emblemático del pasado?, ¿habremos aprendido la lección?, ¿sabremos actuar en consecuencia?, ¿estamos respondiendo realmente ante la innegable demanda de conservación y mantenimiento del edificio?, ¿estarán moviendo los hilos de la política los legitimados para tales menesteres?

Ya me manifesté al respecto en foros sociales, y lo transcribo de nuevo aquí: como ciudadano sensible no puedo sentir otra cosa que no sea tristeza ante el avance de progresiva ruina que viene arrastrando el monasterio; como belmonteño de a pie, me invade un profundo dolor, aderezado con un sentimiento de impotencia por no entender nada, o no llegar a asimilar que estos hechos ocurran en pleno siglo XXI y que le sucedan a un edificio histórico, declarado bien de interés cultural, que ha sido capaz de permanecer en pie más de cuatrocientos años. Es difícil de comprender, al menos lo es para mí, que en época actual, se puedan dejar correr a su suerte, su mala suerte, edificios emblemáticos, amparados en una enrevesada burocracia, en lentas operaciones judiciales o en una inacción administrativa, venga de donde venga, amparada precisamente en todo lo anterior.

 

[1] AHPCu, FRASCU, leg. 4, fol. 31.

[2] AHPCu, FRASCU, leg. 3, fol. 1.

[3] Por la Villa corría la noticia de que los propietarios formaban parte de una congregación sacerdotal, aunque no disponían de escrituras legales. Información que no he podido constatar.

Monasterio, detalle de fachadas y minarete. Se aprecia su estado de deterioro.

Situados ante esta triste realidad, la pregunta clave, desde mi punto de vista, es aquella que cuestiona cómo poder preservar su estado de deterioro para que no pase a situación de ruina, y qué camino debiéramos seguir para ello.

La Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español desarrolla ámbitos de protección en sus artículos 6 y 9, apartados 1 y 2. Además, en su artículo 36, punto 1º, nos dice que: los bienes integrantes del patrimonio histórico español deberán ser conservados, mantenidos y custodiados por sus propietarios o, en su caso, por los titulares de derechos reales o por los poseedores de tales bienes.

La misma Ley de Patrimonio Histórico Español en sus artículos 1 y 2 invoca a la denuncia ante la Administración competente de todo peligro de destrucción o deterioro en un bien integrante del Patrimonio Histórico Español; facultando igualmente el Estatuto de Autonomía de Castilla La Mancha a su presidente de Junta de Comunidades para que asuma las competencias necesarias para la protección de dicho Patrimonio.

Por su parte, el Real Decreto 111/1986, de desarrollo parcial de dicha Ley 16/1985, en su nueva redacción dada por el también Real Decreto 64/1994, de 21 de enero, en sus artículos 11.2., y 57 bis, vuelven a tratar el tema de la necesaria protección de los bienes que son patrimonio histórico o de interés cultural. Protección oficial que también recoge la propia Ley 4/1990 de 30 de mayo del Patrimonio Histórico de Castilla La Mancha, en cuyo articulado no creo menester extenderme aquí por no redundar en exceso en el tedioso tema legislativo. La información queda, pues, para quien la quiera constatar, ampliar y/o profundizar.

Con el deseo de no caer en aquello que, precisamente, acabo de cuestionar, sí que creo necesario hacer una breve mención, por su interés para los belmonteños, al Decreto 97/1998, de 13 de octubre de 1998 de la Consejería de Cultura (D.O.C.M. nº 50 de fecha 22 de octubre de 1998), por el que se delimita el entorno protegible del Conjunto Histórico de Belmonte (Cuenca). Con anterioridad, es de todos conocidos que Belmonte fue declarado Conjunto Histórico el día 22 febrero de 1968, siendo también distinguido como Bien de Interés Cultural (BIC) e inscrito en el Registro BIC de Inmuebles del la Administración del Estado, con el Código: (R.I.)- 53-0000092-00000.

Considero que son razones sobradas de peso para abrir conciencias hacia la necesaria protección de nuestro rico patrimonio y caminar unidos en la búsqueda de soluciones. Con esfuerzo, trabajo e ilusión se logran múltiples propósitos. El mantenimiento y cuidado de nuestro entorno y edificios, máxime de los declarados BIC, no son solo una obligación y responsabilidad de nuestros gestores, o autoridades municipales, también lo es de los ciudadanos; somos co-responsables de los mismos. ¿Qué puedo hacer por mi pueblo?, es la gran pregunta. Educación es una de las claves principales del progreso; también de la conservación. Educación en familia, no solo en la escuela; educación en el cuidado de las cosas, educación en limpieza y respeto, educación en convivencia y responsabilidad, consideración y aprecio por y para los demás. Educación que, como digo, debemos transmitir desde las familias a nuestros infantes, jóvenes y adolescentes. Grave error el pensar que esto es obra exclusiva de colegios y maestros.

Siendo conscientes del valor cultural y arquitectónico de este edificio, nuestra mayor aspiración debiera ser poder mantenerlo y conservarlo, tal y como se nos ha transmitido, tras un legado de más de cuatrocientos años. Se trata, en definitiva, de velar por este monasterio que forma parte de nuestra historia y del notorio patrimonio histórico-cultural de nuestro pueblo[1]. Si ya he comentado que la historia es compromiso, no es menos  cierto que a mayor gloria histórica más difícil y costoso es el compromiso actual y futuro para con el ayer. Y Belmonte tiene claro compromiso con su propio pasado; el compromiso de sus mujeres y hombres por esforzarse cada día para mantener y acrecentar, por encima de exclusivos tópicos de marketing turístico, su patrimonio monumental y artístico, contribuyendo con ello a su desarrollo económico y social. Y en esa tarea entramos todos.

APÉNDICE: AÑO 1592. DE CARTAGENA. LIBRO VIII. CAPITULO XII[2]

.41 En el Monasterio de la Concepción de la Villa de Belmonte, agosto la muerte , este mismo año de 1592. las floridas esperanzas de vna Niña , que anticipándose la Primavera de sus años , contra el orden natural , à beneficio , y riego de la Divina Gracia, rindiò,por flores sazonados frutos. Esta Niña fue natural de la Villa de Ossa de la Vega , distante de la referida de Belmonte , solas dos leguas : y vivía con tan ansioso deseo de tomar el Estado de Religiosa , que sus continuas peticiones , y suplicas à Dios , se encaminaban , siempre , à este solo fin : y circunstanciando su suplica, decía à su Magestad,que le concediesse la merced de vestir el Abito , aunque no llegasse à la profession : y atendiendo al efecto de esta suplica, despues se tuvo , y confessò misteriosa. Azorada de estos ansiosos fervores , se salió fugitiva , de su Patria, y de la casa de vn hermano , en donde se criaba ; y en compañía de dos mujeres , deudas suyas , y de igual virtud , se encaminò á Belmonte , en busca del incruento martyrio , en que se sacrifican , a Dios , todas las potencias , en las aras de la Religion. Verdaderamente, se me representaron, en esta , las fugas de tantas Niñas Españolas , que veneramos , oy sobre los Altares : pues valerosamente intrépidas , salieron , de las casas de sus padres , buscando los Tyranos , tormentos , y martirios , con ignominia, y afrenta , de su barbara crueldad. Prosiguiendo , pues , su camino , nuestra Santa Niña , y sus Compañeras, encontraron vn hombre , de feissimo , terrible , y horroroso , semblante ; el qual , introduciéndose , solicitò disuadirla del intento , que llevaba , y aun , con violencia, impedirla su camino : pero hallándola invencible , le dixo, que se cansaba en  valde , porque no avia de conseguir el intento, que le avia sacado de su casa, Con todas estas señas , consejos , y noticias , vinieron en conocimiento, de que , aquel que se les representaba , no era hombre , sino el demonio : por lo qual , continuaron su camino , hasta llegar a Belmonte. Vencieronse algunas dificultades ; que sin duda , las propondría el mismo demonio , y al fin , vistió el Santo Abito : y llamándose Isabel , tomo el apelativo , de los Angeles ; y ciertamente , que fue muy propio : porque en la pureza de su vida , fue un Angel , y dentro de breves días , vino a hacer vna Angelical muerte. Apenas avia dado  principio a su vida Religiosa , y extremadamente ajustada , devota , y penitente, quando hallándose, aùn, en el año del Noviciado , quiso el Señor darle pleno cumplimiento à su deseo , con la circunstancia , que le avia pedido. Murio al fin , nuestra Sor Isabel de los Angeles , a los veinte y quatro años de su edad, en el ya referido de Christo , de 1592. dexando à las Religiosas , sus Compañeras , con muchos deseos de su vida exemplar , pero con mayor embidia de muerte tan feliz. Dieron , à su Venerable Cuerpo , sepultura , en el sepulcro comun de las mismas Religiosas.

 

[1] Página web divulgación de la cultura, el arte, la historia y el patrimonio de la villa de Belmonte: https://belmontehistoria.es/.

[2] Crónica de la Provincia Franciscana de Cartagena. Parte primera. Edición facsímil de la que en 1740 tuvo como autor al P. Fr. Pablo Manuel Ortega, pp. 399-400.