Carta de María Teresa de la Concepción Ríos e Isidora María del Rosso Ríos a don Joaquín Diego López de Zúñiga, XII duque de Béjar y Plasencia[1].
En carta de fecha 7 de agosto de 1776, dirigida al duque de Béjar, desde el convento de Madres Dominicas de Belmonte (Cuenca) se le solicita ayuda para la manutención del mismo.
El escrito, firmado por las hermanas sor María Theresa de la Concepción y Ríos y sor Ysidora María deel Ross y Ríos, comienza celebrando el que Vxa este con perfecta salud como a su Majestad lo pedimos diariamente y nos acompaña enesto esta Relixiossa Comunidad Agradecida Alos favores que de Vxa tenemos recibidos. A estos deseos de buena salud se unen a continuación las felicidades espirituales y temporales que Vxa más desee y experamos el Sr le conzeda en premio de las muchas obras piadosas y de caridad que Vxa Aze [2]; felicitaciones con motivo de su Santo, el Sr. San Joaquín.
Sor María Theresa le expresa que, aunque ya había renunciado al oficio de prelada, permanece aún en el de procuradora, por lo que entendemos que corresponde a ella escribir esta carta con clara finalidad de súplica y ayuda. El motivo del escrito viene justificado por escasez que sufren de alimentos, expresando claramente que le es de milagro tener las probisiones que necesita las Relixiosas.
Interesante resulta la justificación de la demanda, tanto desde el punto de vista asistencial como emocional, por cuanto las hermanas argumentan sus necesidades en el hecho de que los garbanzos que Ai enesta tierra son como balas: mis probres Relixiosas estan Anzianasy enfermas. Yo no tengo corazón paradarles esto quelos mas días del Año secome de Bigilia. Vemos pues que uno de los problemas principales es la edad de las monjas para poder comer esos “duros” garbanzos, y más aún sin ser día de vigilia; otro, unido a la escasez de alimentos, es el estado de salud en que se puedan hallar las moradoras del convento. Hablamos del siglo XVIII y ya nos encontramos con el problema de la edad y salud de las monjas.
Las hermanas apelan al corazón, a las emociones, y dando por hecho que el día de San Joaquín el señor duque dará numerosas limosnas, le solicitan que una de ellas sea la de mandar a su convento un suministro de garbanzos que se cuezan bien ycada bezq´ los coman las Relixiosas echaran AVxa mil bendiciones.
Las hermanas Theresa e Ysidora se dirigen al duque en un tono respetuoso, aunque familiar. Así, en el encabezado de la carta podemos leer: Exmo. Sr. // Sr. y Ntro. mas Amado Hermano, haciendo alusión en la despedida a otra hermana de la que nada hemos sabido después que semarcho. Anterior a las dos rúbricas podemos leer: De vxa. sus mas Afectas hermanas y serbidoras // Rúbricas.
La palabra hermanas pudiera tener aquí un doble significado. Al tratarse de una carta escrita por monjas, más bien nos podríamos inclinar por la acepción religiosa-conventual, madres, monjas o hermanas. En este caso creo que también está empleada con claras connotaciones de tipo familiar, en tanto que don Joaquín Diego López de Zúñiga estuvo casado en segundas nupcias con Escolástica Gutiérrez de los Ríos Rohan-Chabot, hija de José Diego Gutiérrez de los Ríos (V Conde de Fernán Núñez).
El XII duque de Béjar estaba emparentado, por tanto, con la rama Gutiérrez de los Ríos. Sor Theresa y sor Ysidora están utilizando el término hermanas como monjas y como familiares de la esposa del duque. A éste le suplican su ayuda, conocedoras ambas de su bondad y caridad al tratarse de un pariente ligado a un linaje comprometido con las obras pías. Nos queda el interrogante de conocer exactamente el parentesco con el duque así como los motivos que las condujeron a tomar el hábito de la Orden Tercera de los dominicos y su llegada al monasterio de Santa Catalina de Siena de Belmonte.
[1] Archivo Histórico de la Nobleza (AHNOB, OSUNA, CT.257, D.76).
[2] De las obras de asistencia social que el XII Duque de Béjar realiza dan muestra los patronatos y obras pías que fundó y sostuvo. Fue también patrono de las obras pías fundadas por María de Zúñiga y Pimentel, II duquesa de Béjar, asistiendo en donaciones a doncellas pobres y huérfanas para poder contraer matrimonio o entrar como monjas en un convento de religiosas. Con sus ayudas contribuyó también al sostenimiento de conventos y monasterios, como el de Santa Catalina de Siena de Belmonte (Cuenca).
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